domingo, 16 de octubre de 2011

DIOS DE LA TIERRA.

Para encontrar a Dios tenemos que empezar por unirnos todos. Sentirnos de verdad hermanos. Preocuparnos unos de otros. Entonces DIOS ESTÁ EN LA TIERRA.

Cuántas tragedias padece el mundo,
cuántas demandas a Dios hacemos,
y cuántas veces Él no contesta:
parece sordo, guarda silencio.
Da la impresión de que no le importa
tanto dolor, hambre y sufrimiento,
y surge una luz que nos recuerda
lo que ya nos dijo en otros tiempos…

“Cuando en verdad seáis uno,
en la tierra me verá mi pueblo.
porque juntos-conmigo sois yo,
Enmanuel, el mismo Dios del cielo.
Y de todo eso que me piden,
dádselo vosotros, de lo vuestro.
Yo, desde los cielos, no haré milagros:
vosotros, Dios de la tierra, hacedlos.”

Cuanto menos afines seamos,
con más motivo hemos de hacerlo.
Y al buscar lo bueno que hay en todos,
Dios mucho más nos saldrá al encuentro
para hablarnos del Dios de la tierra,
y por qué razones no lo vemos.
Nos dirá que por cerrar los ojos
del alma que nos hace ir ciegos.

Sólo buscando con los distintos
en el Dios Uno nos fundiremos,
y si somos miembro libre y fiel,
con más sed ser cuerpo ansiaremos.
Y hallaremos al Dios de la tierra
fruto de la oración en silencio
y todos verán en los tejados
lo mucho rezado en lo secreto.

martes, 11 de octubre de 2011

Vivir sin Dios... No es vivir


En el Evangelio de Mt, capítulo 14, se nos narra el pasaje en el que Jesús camina sobre las aguas… Pedro lo intenta… duda y se hunde. El mar se calma.  Ahí me quedaba anclado: Las dudas de Pedro (de mi fe), el milagro de Jesús… Mi gran sorpresa ha sido descubrir que el verdadero milagro se da en el “encuentro”. Y después de éste, algo pasa, algo ha cambiado en el interior de Pedro.

Al darme cuenta de que es el encuentro interior con mi Dios el que cambia mi actitud exterior pienso que la vida es tan breve, tan efímera que pasa sin darme cuenta. Y cuando me doy cuenta… ya ha pasado. ¡Cuántas cosas me he perdido! Y todo lo que creí haber conquistado se ha quedado en nada y vacío.

Me he dado cuenta que lo que ayer fue, hoy es agua pasada diluida en el inmenso mar del mundo donde mi vida, barca frágil y quebradiza,  navega al compás de las olas sin puerto donde varar.

Pero dicen que “nunca es tarde….”  Y con frecuencia no es más que un mecanismo de defensa para justificar todo lo que no he hecho y me hace descubrir los caminos que me lleven a Ti.
O tal vez, una tarde cualquiera, descubro que mi oración es como la del fariseo: probablemente intensa y sincera. Pero descentrada, sin centro, sin pasión porque no es Dios quien actúa en mi sino yo mismo que miro en mi propio espejo. Lo mismo pasa cuando el trabajo es intenso, entregado… pero igualmente descentrado, sin centro, sin pasión, porque puede ser la vanagloria, el orgullo el bienestar personal.

Y Descubro que  mi vida tiene que ser un ir y venir entre Marta y María y en el camino dejar hacer a Dios.

“Todos los caminos…” pueden conducime a Dios.  Pero eres tú, mi Dios,  quien recorre todos los caminos para encontrarte conmigo.

Y en la soledad de mi silencio me digo en mi interior

Vivir sin Dios
es navegar
sin rumbo fijo,
a la deriva.
Vivir sin Dios
es perseguir en el cielo una estrella y soñar.
Pero los sueños
se desvanecen al despertar.
Así es mi vida: un sueño roto
sin Ti, mi Dios.
Vivir sin Dios
es ser un río sin agua que sueña ser mar.
Barco sin puerto,
Ave sin cielo donde volar.
Así es mi vida: un sueño roto
sin Ti, mi Dios.
Vivir sin Dios…
                                                                            A. Menacho