jueves, 27 de septiembre de 2012

Soy hermano... soy feliz


¿Cómo te planteas la felicidad?

Ser hermano... es una manera de ser feliz 

¿te atreves?

miércoles, 25 de julio de 2012

Miramos desde lo que... sentimos


Cuando miramos algo, ponemos en lo que vemos todos nuestros sentimientos, todo lo que llevamos dentro. Nunca miramos algo objetivamente porque siempre hay algo por dentro que nos los hace ver de forma diferente. Por eso es importante compartir lo que miramos, para poder enriquecernos de la forma de mirar de los otros, para poder enriquecernos con los sentimientos de los otros.

Pero también es importante saber que cuando Dios nos mira tampoco es objetivo. Porque Dios nos ve como Miguelito ve a su dedo, como algo más grande porque somos suyos. Demos gracias a Dios porque no es imparcial, porque nos mira como algo suyo, porque nos mira con AMOR.

martes, 22 de mayo de 2012

El riesgo de vivir... de forma diferente

La vida de por sí, ya es una gran aventura. Puedes vivirla solo, con otros o por los otros. Tú decides

lunes, 7 de mayo de 2012

Las cosas simples


Las cosas simples 

Estamos celebrando la Pascua, un tiempo de alegría para compartir cosas tan normales como una flor. A veces nos pasamos el día pensando en nosotros, en lo que nos ha pasado, en lo que nos ha hecho tal persona o lo que me ha dicho aquel... y dedicamos muy poco tiempo o nada de tiempo a ver qué puedo hacer por los demás.

Y no se trata de hacer grandes cosas. En los gestos más sencillos como regalar una flor, podemos transmitir más felicidad que con muchos quebraderos de cabeza. La Pascua nos invita a todos los cristianos a ser felices y a transmitir un poco de esa felicidad.

Que al terminar cada día podamos acostarnos pensando en una persona a la que le di una buena noticia a través de mi sonrisa, una flor, un detalle, una mirada...

lunes, 23 de abril de 2012

No es cuestión de sí o no. Se trata de empezar a caminar y dejarte encontrar, como los "Peregrinos de Emaús", por Jesús. Hacer juntos el camino... y Reconocerlo en la fracción del pan

domingo, 26 de febrero de 2012

Formación de catequistas sobre danza contemplativa



 En la mañana del sábado 25 de febrero, un grupo de catequistas de los colegios religiosos de Sanlúcar, tuvimos una jornada de formación sobre "Danza contemplativa". Fue impartida por la religiosa Oblata Marisa Cotolí.

domingo, 19 de febrero de 2012

Evangelio del Domingo 19 de Febrero

  
 Trabajemos por hacer realidad el gran proyecto de fraternidad universal y preocupémonos por quienes nos necesitan. Tenemos que DAR VIDA.

Semana Vocacional en el Colegio.




En la tarde del jueves 16 de febrero,  los Hermanos compartimos nuestra vida con un grupo de alumnos y alumnas de 4º de ESO para culminar la Semana Vocacional que se ha desarrollado en el Colegio. Fue un rato muy agradable en el que rezamos juntos y compartimos merienda. Surgieron preguntas muy intersantes. ¡Gracias por vuestra visita!

sábado, 21 de enero de 2012

Oración: Buscando profundidad

En nuestros momentos de mayor reflexión sentimos la importancia de la oración; sin embargo, tenemos que luchar para orar. No nos resulta nada fácil una oración sostenida y profunda. ¿Por qué?
En primer lugar, luchamos por reservar un tiempo para la oración. La oración no lleva a cabo nada práctico para nosotros; es una pérdida de tiempo desde el punto de vista de tener que ocuparnos de las presiones y tareas de la vida diaria, y por eso titubeamos en el momento de ir allá, a la cita de la oración. Junto con esto, nos resulta difícil confiar en que la oración realmente obre y produzca algo real en nuestras vidas. Además, nos vemos luchando para concentrarnos cuando intentamos orar. Una vez nos hemos instalado o asentado para orar, enseguida nos sentimos agobiados por ensueños, conversaciones inacabadas, melodías medio olvidadas, sinsabores, agendas; y las tareas inminentes que nos esperan tan pronto como nos levantemos de nuestro lugar de oración. Finalmente, nos vemos luchando para orar porque realmente no sabemos cómo orar. Quizás estemos familiarizados con varias formas de oración, desde rezos devocionales hasta diferentes tipos de meditación, pero generalmente nos falta confianza para creer que nuestro propio modo particular de orar, aun con todas sus distracciones y pasos en falso, es oración en el sentido más profundo.
Una de las fuentes a donde podemos recurrir en busca de ayuda es al evangelio de Lucas. El suyo es el evangelio de la oración, mucho más que cualquiera de los otros evangelios. En el evangelio de Lucas encontramos más descripciones de Jesús orando que en todos los demás evangelios combinados. Lucas nos da vislumbres de Jesús orando casi en todo tipo de situaciones: Ora cuando rebosa de alegría, ora cuando agoniza, ora rodeado de otros y ora cuando se encuentra solo por la noche, apartado de todo contacto humano. Ora en lo alto de la montaña, lugar sagrado; y ora en la llanura, donde se desarrolla la vida ordinaria. En el evangelio de Lucas, Jesús ora una barbaridad.
Y sus discípulos no pierden esa lección. Tienen la sensación de que la verdadera profundidad y el auténtico poder de Jesús proceden de su oración. Los discípulos saben que lo que le convierte a Jesús en un ser tan especial, tan diferente de cualquier otro personaje religioso, es que está conectado, a un cierto nivel profundo, a un poder de fuera de este mundo. Y desean esto para sí mismos. Por eso se acercan a Jesús para pedirle: “¡Señor, enséñanos a orar!”
Pero tenemos que tener cuidado para no malinterpretar lo que constituía su atracción y lo que pedían cuando pedían a Jesús que les enseñara a orar. Tenían la sensación de que lo que Jesús sacaba de la profundidad de su oración no era, en primer lugar, su poder de realizar milagros o de silenciar a sus enemigos con un cierto tipo de inteligencia superior. Lo que les impresionaba, y lo que ellos querían también para sus vidas, era la profundidad y la bondad de su alma.
El poder que admiraban y querían para sí era el poder de Jesús para amar y perdonar a sus enemigos, en vez de avergonzarlos y aplastarlos. Lo que querían para sí era el poder de Jesús de transformar un lugar, no por medio de una acción milagrosa, sino por la inocencia cautivadora y por la vulnerabilidad agradable que, como la presencia de un bebé, mantiene a todos controlando con esmero su conducta y su lenguaje. Lo que querían para sí era su poder para renunciar a la propia vida en auto-sacrificio, aun reteniendo la envidiable capacidad de gozar, sin culpabilidad, de los placeres de la vida. Lo que querían era el poder de Jesús para ser generoso y tener corazón grande, para amar más allá de la propia tribu, y para mar del mismo modo a ricos y pobres, para vivir dentro de la caridad, la alegría, la paz, la paciencia, la bondad, el aguante ante el sufrimiento, la fidelidad, la mansedumbre y la castidad… todo ello, a pesar de todo, dentro del ambiente mundano que milita contra estas virtudes. Lo que ellos querían para sí era la profundidad y la bondad de alma de Jesús.
Y los discípulos reconocían que este poder no procedía de dentro de sí mismo, sino de una fuente fuera de él. Se percataban de que él se conectaba a una fuente profunda por medio de la oración, por medio de elevar constantemente a Dios lo que tenía en su mente y en su corazón. Ellos percibían eso claramente y querían también esa conexión profunda para sí mismos. Por eso suplicaron a Jesús que les enseñara a orar.
En última instancia, también nosotros queremos la profundidad y la bondad de Jesús en nuestras vidas. Como los discípulos de Jesús sabemos también que solamente podemos conseguir esto por medio de la oración, teniendo acceso a un poder que se sitúa dentro del hondón más profundo de nuestras almas y más allá de las mismas. Sabemos también que el itinerario para lograr esa profundidad consiste en aventurarnos hacia adentro, en silencio, a través del dolor y de la quietud, del caos y de la paz, que llegan a nosotros cuando nos apaciguamos para orar.
En nuestros momentos de mayor reflexión y en nuestros momentos de mayor desesperación, sentimos la necesidad de orar; e intentamos dirigirnos a ese hondón profundo. Pero, dada nuestra falta de confianza y nuestra falta de práctica, tenemos que esforzarnos y luchar por llegar allá. No sabemos cómo orar o cómo mantenernos en oración.
Pero en esto estamos bien acompañados; nos acompañan nada menos que por los discípulos de Jesús. Bueno, un buen comienzo es reconocer lo que necesitamos y dónde se encuentra para lograrlo. Tenemos que comenzar con una súplica, la misma de los discípulos: ¡Señor, enséñanos a orar!