«No hay motivo para que haya pobres en el mundo
y espero que llegue un día en que podamos crear
un Museo de la pobreza, de forma que los niños
se pregunten cómo pudo existir
y porqué la aceptamos durante tantos años»
Muhammad Yunus,
Premio Nobel de la Paz 2006
Un hombre bajaba de Jerusalén a
Jericó
Tomado del nº 172 de Cristianismo y Justicia
Si lo deseas escucha también la canción "Debajo del puente" o "Hacen falta brazos"
(para ampliar el tema descargar Hacerse cargo, cargar y encargarse de la realidad)
La parábola de Buen Samaritano forma parte del patrimonio literario y ético de
la humanidad. El ejemplo del samaritano
compasivo desborda su contexto religioso
originario para convertirse en
referente ineludible de personas
e instituciones
dedicadas a vendar las heridas
de los apaleados y despojados que, en
toda época histórica, han sido arrojados
a las cunetas de los sistemas sociales vigentes.
Como todo relato metafórico, la parábola
desvela siempre sentidos nuevos
cada vez que es escuchada. ¿Qué novedad
aporta un texto narrado hace más
de dos mil años, a las samaritanas y
samaritanos del siglo XXI?, la historia de
aquel hombre anónimo apaleado en
un pequeño rincón de la Palestina del siglo
I.
Esta parábola será significativa para el hombre de hoy siempre que consigamos acercarnos a las enseñanzas que la parábola esconde en cuanto narración.
El relato del buen samaritano no sólo
nos dice lo que hay que hacer con respecto
al prójimo, también nos indica cómo
hay que hacerlo. La narración nos
propone un itinerario pedagógico de la
acción caritativa, una «hoja de ruta» para el ejercicio de la solidaridad.
Hoja de ruta
Mostramos a continuación la hoja de ruta
de nuestro itinerario. Aplicando la
“rejilla de los tres momentos” al texto
de la parábola, el lector o lectora reconocerá
de forma instintiva el mapa por
el que va a discurrir nuestra reflexión.
HACERSE CARGO
Un hombre bajaba de Jerusalén a
Jericó y lo asaltaron unos bandidos;
lo desnudaron, lo molieron a
palos y se marcharon dejándolo
medio muerto. Coincidió que bajaba
un sacerdote por aquel camino;
al verlo, dio un rodeo y pasó de
largo. Lo mismo hizo un levita que
llegó a aquel sitio; al verlo dio un
rodeo y pasó de largo. Pero un
samaritano, que iba de viaje, llegó
a donde estaba el hombre y, al
verlo,
CARGAR
se compadeció; se acercó a él y le
vendó las heridas, echándoles
aceite y vino; luego lo montó en su
propia cabalgadura,
ENCARGARSE
lo llevó a una posada y lo cuidó. Al
día siguiente sacó dos denarios y
dándoselos al posadero, le dijo:
«Cuida de él, y lo que gastes de
más te lo pagaré a la vuelta».
Lucas 10, 30-35
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